Y vive Dios que pocos casos hay como los de Los Fusiles, ya que en apenas cuatro años han conseguido parir un cancionero propio e incontestable en el que su último “A mano armada” viene a edificar otra piedra en el panteón de himnos grabados a fuego en la memoria del oyente. Su tercer LP no es ni peor ni mejor que sus dos discos anteriores, es en todo caso otro disco de Los Fusiles, con todo lo que ello conlleva. Amenazadores (por primera vez se muestran en una portada) desde el flamígero paisaje rojo con el que nos recuerdan que son Los Fusiles, sí, pero fusiles del pueblo. Abren con una declaración de intenciones como es “A tumba abierta” que evoca al rock’n’roll castizo y macarrón de toda la vida pero que enseguida deriva en otro de esos estribillos pegadizos y coreables que reventarán las primeras filas de sus conciertos. Sacan músculo, riff y proteína en “El ritual”, igual que en “Capitán”, donde nos vuelven a regalar uno de esos personajes 100% Fusiles con el que nos hemos topado tantas veces en las tascas menos recomendables. “El intento” demuestra que en los medios tiempos se mueven como nadie, con el arrastre melódico como bandera, y cierran una enorme primera cara con una balada de aires casi pop-psyche como “Nada importante”.
“Que no se acabe nunca” fue el primer adelanto del LP, y lo que no se acaba nunca es la magia que destila una canción de pura clase y melancolía capaz de remitir al mejor brit-pop, al de Paul Weller, con ecos souleros a lo Style Council y capaz de rematar con esa guitarra a lo Santana época “Abraxas”. Pese a lo desconcertante que pudiera parecer una canción así en su repertorio, se erige por méritos propios como una de las joyas de su cancionero. Vuelven a rockandrolear con “No pierdas el norte”, beben de la Two Tone con “La esquina de tu casa”, y al casticismo con “No me tientes”, para cerrar con otra joya como “La maestra” que nos recuerda que si con los medios tiempos son imbatibles, todavía aciertan más en la diana de nuestros carbonizados corazones cuando le dan a la pura y dura, y tan dura, balada, sin más adorno ni vestimenta que la guitarra acústica, una armónica y esa voz de Pablo Cuevas que ya por derecho propio se ha erigido como digna heredera de la de los mejores cantautores-francotiradores que ha dado nuestro país.
Un disco más de Los Fusiles, ni peor ni mejor, un disco que dignifica el concepto de LP como colección de canciones que cimentan una carrera asombrosa en cuanto a calidad condensada en poco tiempo. Vuelven a dar en el centro de la diana, es decir, a darnos en todo el corazón.
A1. A tumba abierta
A2. El ritual
A3. El intento
A4. Capitán
A5. Nada importante
B1. Que no se acabe nunca
B2. No pierdas el norte
B3. La esquina de tu casa
B4. No me tientes
B5. La maestra
